La conga reina en la calle


Por Omar F. Mauri
La conga, sobreviviente de tantas épocas, usos y abusos, sigue siendo la explosión de alegría típica del cubano, el llamado irresistible y espontáneo que posee el pueblo, siempre dispuesta al entusiasmo y la celebración. La conga, la reina de nuestra música, sigue en el limbo de nadie y como cenicienta continúa esperando su hada madrina.
Al decir de Fernando Ortiz, la conga proviene más del toque de los tambores alargados llamados «kungas», que de la música de los esclavos congos.
Género musical cubano por excelencia, cuando se discute la paternidad del bolero, la habanera, el mambo y hasta la salsa entre España, México, Puerto Rico y Estados Unidos, nadie duda del origen de la conga. El mundo entero la reconoce como signo de nuestra identidad. La conga es cubanía total. El cine musical y la discografía de los años 40 y 50 del siglo XX, se encantaron en su interpretación y su baile.
¿Qué cubano no ha arroyado tras una conga callejera? ¿Y qué cubano no la ha tocado –bien con las palmas de mano, bien sobre una maleta o una taquilla de la escuela al campo?
En nuestra geografía, no existe población que carezca de esas agrupaciones (informales pero siempre listas); no hay municipio habanero, y cubano en general, que no utilice la conga para celebrar cualquier acontecimiento colectivo, desfile, acto o encuentro… Y especialmente Bejucal, no tendría una de las fiestas más importantes del país (las charangas), sin ese ritmo de tambores, rejas de arado y cencerros.
Sin embargo, la conga sigue en tierra de nadie: ninguna institución la apoya ni estimula. Ningún plan o proyecto contempla su rescate y su desarrollo. Las casas de cultura, los departamentos que investigan y fortalecen las tradiciones populares y las direcciones municipales de cultura, padecen de amnesia si de conga se trata. El empeño aislado de organizar una comparsa (con acompañamiento de conga) realizado por algún centro educacional, laboral o institución social, es entusiasmo de un día.
La causa apunta al tradicional menosprecio en que se tuvo este género musical y las agrupaciones fortuitas que la interpretaban; pero sobre todo, al desconocimiento que reina en torno a su historia, sus aportes a la nacionalidad, sus extraordinaria sociabilidad y los significativos ejemplos que compositores de renombre han dado al género (desde Caturla a Chucho Valdés). ¿Qué escuela, universidad o centro de enseñanza artística nos habló alguna vez de la conga? ¿Qué saben las nuevas generaciones de ella? ¿Acaso no se considera aún como la «música ratonera y de mala muerte», que fue en tiempos de la República neocolonial?
Por estos y otros motivos, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en provincia La Habana realiza cada diciembre, desde hace siete años, un encuentro de congas populares y competencia de quintos, que se acompañan de un encuentro teórico sobre la rumba y la conga a cargo del proyecto folclórico Alfonso Iyaé, en Bejucal.
A pesar de vivir en tierra de nadie, la conga sigue fuertemente prendida al alma cubana, a sus demostraciones de júbilo y celebración. La conga, ese género movilizador y espontáneo, que no necesita de salones ni escenarios, que nadie enseña a bailar ni se aprende en ninguna escuela; que ni siquiera aparece al margen de algún plan de estudio o trabajo, sigue vivo en cualquier calle de Quivicán, Güines, Nueva Paz, Güira de Melena, Alquízar o Mariel. Para felicidad y suerte de todos, vive aún.

Fuente: elhabanero.cubaweb.cu

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